Trato de dedicar cada día una hora al menos a caminar y meditar. Hacerlo en la Gran Sabana es un regalo del Altísimo. Realizar caminata y meditación en Caracas es un desafío al ruido, los autos, las motos, la contaminación... En Los Caobos he encontrado un espacio para escapar de algunos de esos compañeros indeseables. Una amiga me dijo: trata de llegar hasta El Ávila. Recuerdo que hace años visité el Jardín botánico. No sé si ahora es posible.
El maestro de novicios decía que parques y museos son lugares de humanización, especialmente para las grandes ciudades, donde, según Ciorán, filósofo rumano, hay muchos insectos, algunos célebres, pero pocas auténticas personas. Ácida crítica del rumano que vivía en la ciudad luz, París.
Rumiar la existencia mientras se camina es una experiencia interesante, aún en la ruidosa y sucia Caracas. Los monjes del desierto (Siglo IV) decían que la verdadera praxis (práctica) es la nepsis (vigilancia de sí). Esa nepsis es tomar conciencia de los pensamientos, sentimientos, ideas, palabras, gestos, acciones... que van fluyendo de uno mismo. Este ejercicio es terapeutico y plenificante: las heridas son sanadas, la paz inunda el corazón, todo adquiere sentido.