Esta mañana no escuché la alarma del reloj-pulsera; me desperté cuando eran las 6:15, de modo que no tuve tiempo de ir a celebrar la misa en Catedral; bebí café y fui con Ernesto, el hermano menor, a comprar dos arepas de maíz; la morena que nos atendió, generosa en carnes, como sus dos compañeras, parecía una escultura de Fernando Botero. Me fui luego al infocentro, donde leí la prensa y revisé el correo-e. Pasé por la casa episcopal; me encontré con el Obispo, Alicia y Gina. La primera es la esposa de Humberto un primo materno; él es veterinario y ella docente en el colegio de las Anas, N. S. del Carmen. Gina es una amiga desde hace muchos años, sicóloga, que también labora en dicho colegio. Estaban recordando al párroco las confesiones de los jóvenes de noveno y de segundo de diversificado. El párroco tenía otros compromisos. El Obispo y yo fuimos a confesar. Más tarde se nos unió el Pbro. Isidro, párroco de Las Piedras. Hice una breve introducción haciendo referencia a la llamada que Jesús nos hace a la conversión y recordando la parábola del Hijo pródigo, la fiesta del perdón.
Estuve tres horas confesando. Como varios de los muchachos y de las chicas dijeron, eran pecados 'normales'. Intenté hacer que la confesión no fuera sólo un rito. Traté de que cada uno valorara, especialmente en el caso de los graduandos, su coyuntura personal, tomando conciencia de que su frecuente rebeldía nace de la búsqueda de su autonomía, de su independencia; son exniños que no han llegado a ser adultos.
Además de Alicia y Gina se encontraban presentes un guitarrista y cantante, tal vez también catequista, y el Prof. Máximo Méndez, quien me diera clases de literatura en bachillerato. Años más tarde este educador se lanzó al ruedo político y fue electo alcalde. Esta celebración sacramental es una ocasión para hacer memoria, porque soy exalumno de Máximo, en bachillerato, en el colegio S. Pablo, animado por los Hermanos Maristas, y exalumno de las Hermanas de Sta. Ana en esta institución.
En la tarde acompañé a Ramón León a entrevistarse con Fr. Emiliano de Cantalapiedra, quien llegó en 1952 a Machiques, pasando muchos años entre el Tukuko, Catedral y Fundaperijá, donde actualmente reside. Ramón tomó fotos para un proyecto de calendario 2011, dedicado a foráneos que han hecho su vida en esta población zuliana. Saludamos a Fr. Santiago Sánchez, párroco de la Sagrada Familia, quien diera clases de filosofía y latín a Ramón. Fr. Santiago está reponiéndose de una operación.