Ayer, domingo, no pude escribir en este espacio electrónico. Hoy lo hago desde el hogar de Zulay, amiga desde los años de bachillerato y compañera de estudios desde la primaria.
Esta mañana ya celebré la misa, el banquete del carpintero mesiánico, rabino de Nazaret, profeta itinerante, Hijo de Dios, teniendo en mente a madre, que vino de la tercera sesión de quimioterapia, a Wolfan, recién ordenado, y a otros seres especialmente queridos.
En la red electrónica leí El Correo del Caroní, Panorama y el correo personal. Una de las noticias destacadas es el constante ataque del régimen híbrido, fascista-comunista, contra la libertad de expresión. En estos días he repetido a mucha gente: aún siendo lector asiduo del pesimista Ciorán, soy optimista en la dura coyuntura venezolana.
La mitad de la población es opositora explícita; y en la otra mitad hay mucha gente 'agachada', que terminará por saltar la talanquera, al ir viendo que las pequeñas dádivas no justifican que dejemos que la patria se vaya por el albañal. Recuerdo que en Kavanayén, después de explicar algunas cosas sobre Marx, el marxismo, la revolución rusa, el totalitarismo, el estalinismo... una alumna de la extensión local de la Universidad Bolivariana preguntó: '¿podemos decir los datos críticos en clase?'. Le contesté: tu pregunta es indicadora de que la UBV no es universidad, porque no da cabida al pensamiento universal, que es pluriforme por definición, y debe ser crítico. La alumna olía, hábilmente, el sesgo antidemocrático de la UBV. Lo mismo ocurre en cada rincón de este régimen. O de rodillas o excluidos. Vi a una diputada decir a gente humilde, en un barrio citadino, que se acercaba a ella, ilusionada por recibir ayuda para responder a sus numerosas necesidades: 'si son revolucionarios les ayudaré...' Evoqué una frase de Facundo Cabral; parafraseando, pobrecita la diputada que cree que los pobrecitos son ellos.
Un amigo, ministro eclesial, que sabe que nunca he votado por adecos o copeyanos, y que fui formado en el pensamiento filosófico, político y teológico de izquierda, me dice con frecuencia: 'tú eres demasiado exigente con este régimen, no das tregua, estás siempre criticando...' Le respondo: '¿para qué estudiamos filosofía?, ¿para qué es el pensamiento crítico?, ¿para qué dialogamos con los maestros de la sospecha, incluyendo a Marx?'.