Una novedad en Kavanayén: un cyber. Así, aunque el infocentro no abrirá en los días festivos, puedo revisar el buzón-e, leer versiones-e de El Nacional, Correo del Caroní y Panorama y escribir en este blog.
Hoy a las 3:30 am los fuegos artificiales señalaban el inicio de las fiestas patronales, en honor a S. Teresita de Lisieux, joven de la criticada pequeña burguesía, francesita del siglo XIX, carmelita aficionada a la fotografía, doctora de la Iglesia. Misa de 8:00 (horario dominical); homilía dialógica y más larga que de costumbre, centrada como siempre en el texto evangélico; la misión de los setenta y dos y nuestra misión; ¿tenemos paz en nuestro corazón?; Jesús puede regalarnos la paz, si aceptamos ser sus discípulos, de verdad; cuánto necesitamos esa paz en las familias fragmentadas, en la patria que se desangra, en el mundo azotado por las guerras y la injusticia que fabrica hambrunas. Una llamada a valorar el regalo de tener un médico de la localidad, Plácido, formado en Cuba, y a ser colaboradores y comprensivos con su tarea. Despés de misa, mesa. El banquete del nazareno se prolonga en la comida comunitaria: casabe, tumá (sopa picante) y algo de bebida, en la plaza central, en frente del centro misional, hecho, como todas las casas del poblado, de roca.
Una amiga me escribe y pide que le diga en pocas palabras la espiritualidad de Sta. Teresita. Recuerdo que cuando vivía el Hno. Deogracias Fernández, veterano misionero capuchino castellano, yo decía en Kavanayén, al predicar sobre el Caminito (la escuela espiritual de la patrona): si alguien quiere saber qué es eso, debe mirar a Fr. Deogracias, un 'infante espiritual', consciente de su pequeñez y abandonado, graciosamente, en manos del Padre Misericordioso, siempre sereno y sonriente, en medio de los pequeños gestos de caridad y de las pruebas cotidianas.