El sábado viajé de la capital municipal, renunciando a la merco-rumba fronteriza, a Rápidos Kamoirán, donde disfruté de comida y hospedaje gracias a la generosidad de Emilia Castro, admirable exeducadora y empresaria arekuna. Ella no se encuentra. Llegará esta noche. Devoro páginas de M. Delibes, 'El hereje'. A medida que avanzo me doy cuenta de que ya había leído esta obra, ambientada en el siglo XVI español. Siglo de Teresa la andariega y mística, y del nacimiento de los jesuitas y los capuchinos, aquellos en España, estos en Italia; ambas instituciones fueron brazos de la respuesta católica a la reforma protestante.
Domingo: desayuné acompañado por Emilia, la dueña, y Melba, una amiga, exactriz de RCTV que, enamorada de la Gran Sabana, salió de la Gran Caracas para venir a Santa Elena de Wairén. Durante dos semanas trabajará en este rincón arekuna, supliendo a Argenis, hombre de confianza de Emilia. Luego fui a celebrar la eucaristía, con imposición de ceniza incluida, en S. Rafael de Kamoirán. Alexander y Orlando, postulantes, se encuentran bien. Me detuve en casa de Helenita a saludarla (en Karavaré, un caserío antes de S. Luis de Avarkay). Helenita está bien. Su esposo está cerca, en casa de su padre Evaristo. Helenita me comenta que los hijos del maestro Mario han ido todos a C. Bolívar, porque el docente enfermo se ha agravado. Llegué a tiempo a Kavanayén para compartir el almuerzo con los frailes, Raúl y José-manuel. Saludé luego a la Hna. Zaida y las niñas de la Casa hogar.
Después de siesta fui a hacer la caminata acostumbrada. Llevaba cuatro días sin realizarla. Cuando viajo se rompe la cotidianidad. Discurrir con los pies y con el corazón es hermosa tarea.