El lunes en la noche viajé, en bus de Expresos Los Llanos, retrasado una hora en su salida, de C. Bolívar a Santa Elena, capital de la Gran Sabana, inicialmente llamada S. Francisco de Akurimá, descrita por uno de los capuchinos como una tacita de plata, aunque lo que abunda en las minas gransabaneras son el oro y los diamantes.
A quien renuncia a su tierra, casa y parientes, el Padre Bueno le dará cien veces más... Los frailes podemos experimentar eso cotidianamente. Casa, baño, desayuno... herramientas para hacer el acta y el informe de coyuntura, del postulantado inicial, para la reunión del Consejo de formación que tendrá lugar el quince de los corrientes en Caracas. El Hno. Richard llevará estos textos.
Bajé cuarenta obras de una mina bibliográfica electrónica y gratuita (Ignoria), que recomiendo a todo aquel que sea amante de la lectura y quiera ahorrar en esta Venezuela inflada en verborrea, estatismo, caudillismo, inseguridad, corrupción, ineficiencia y en alza de precios.
Dialogué con María Isabel, directora del Fe y Alegría local. Esta flaca, mestiza que se asume como pemona, es inteligente y chispeante. Está estudiando una maestría en educación en Brasil. El encuentro con líderes pemones siempre es ocasión para intentar seguir la realidad, compleja y dinámica.
Continúo disfrutando de 'Las lecciones de los maestros', de George Steiner, genial ensayista francés. Echo una ojeada a los textos que usaré en el curso de Historia de la Orden capuchina en Venezuela. Al día siguiente iniciaremos clases, con los cuatro novicios: Víctor de Ciudad Bolívar; Carlos y Karol de San José de Perijá y William de Pregonero.
En la noche, misa concelebrada con el Obispo, previo diálogo vespertino amplio y en formato libre con este epíscopo atípico; luego fui a dar el pésame a la familia de Gustavo Arfe, joven pemón que trabajaba en el equipo de Salud de pueblos indígenas y falleció en accidente terrestre en el Zulia, hace pocos días. Participé en el rezo del rosario, en el novenario, dirigido por Beatriz, tía materna del difunto. Al terminar dialogué un poco con Silvia, su hermana de él, quien también labora en el nombrado equipo de salud, a las órdenes de la médico wayú, Noly, quien vino al entierro de Gustavo, mostrando, una vez más, su sensibilidad y humanidad.