Los Makunaima decidieron esperar su oportunidad para vengar el asesinato de su madre. Estaban en buena relación con la mujer-sapo cuando sintieron que llegaba el esposo, el tigre. Con un conjuro (tarén) se hicieron pequeños, como piedritas. El tigre y la mujer sapo intentaron machacarlos, pero no pudieron. Tampoco lograron que se cocinaran en agua hirviente. Los Makunaima decían ‘dureza, dureza’, cuando trataban de triturarlos y ‘frío, frío’, cuando los pusieron sobre el fuego. La intención de la pareja asesina quedó frustrada. El tigre pudo devorar a la madre, pero no a los hijos. En espiritualidad hay un principio tradicional: agere contra. Actuar en contra de lo que sabemos que no corresponde al modelo de vida. Por ejemplo, contra lujuria, castidad; contra ira, paz… Resulta que este principio antiguo ha sido retomado por la escuela sicológica de V. Frankl, quien se reconocía freudiano, pero crítico. No quería, como los fariseos con las viudas, devorar la hacienda de sus clientes so pretexto de largas indagaciones en su historia de vida. Trataba de provocar rápidos cambios en la vida del paciente, llamándolo reciamente a trabajar contra los síntomas y las causas de sus dolencias.
Hay en los pemones, y así es en general en las culturas tradicionales, un profundo respeto y una honda confianza ante la palabra y su poder. La escuela de V. Frankl se llama Logoterapia (terapia por la palabra). Al leer a Frankl uno no puede menos que recordar a Heráclito, filósofo griego, y el prólogo de S. Juan: en el principio existía el Logos.
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