Mañana iré, Dios mediante, al Tukuko, centro misional capuchino en medio del pueblo yukpa. Los yukpas son parte de la gran familia caribe. En ese centro misional, hace treinta años, sentí la llamada de Dios y decidí aceptarla. Recuerdo una frase de Juan Pablo II que rumiaba en aquellos días: 'la imagen del Crucificado es una llamada urgente a gastar la vida por los más necesitados'. Entonces recién había culminado el bachillerato, en el colegio S. Pablo, dirigido por los HH. Maristas, excelentes pedagogos. Formaba parte de la juventud franciscana, animada por Fr. Santiago Pérez, luego Mons. Santiago, fugaz vicario apostólico del Caroní. Fr. Santiago era también el organizador de la convivencia juvenil en que me sentí llamado por Dios a renunciar a mi novia, Rosita y a mis planes de estudio de Oceanografía, eventualmente en el extranjero, fascinado por J. Cousteau.
La renuncia era dolorosa. Ernesto Cardenal, famoso poeta, monje, revolucionario sandinista, discípulo de Thomas Merton, también monje y poeta, norteamericano, dejó escrito, al hablar del voto de castidad: me hice eunuco por el Reino, y todavía sangran mis heridas. Pero la renuncia ha resultado plenificante, por obra del Espíritu que viene en ayuda de nuestra debilidad (S. Pablo). En días anteriores, citando al pensador de Medellín, evocaba una de sus frases: sólo hay tres cosas importantes en la vida, las chicas, la muerte y el Trascendente. La vida consagrada implica renunciar a las chicas, recordar con frecuencia la caducidad de este universo y centrar la existencia en la experiencia de sentirse amado por Dios. Deus meus et omnia, rumiaba Francisco de Asís. Dios mío y todas mis cosas. O con expresión de la genial Teresa avileña, gigante en la historia de la espiritualidad: Sólo Dios basta, quien a Dios tiene nada le falta.
Las comunidades yukpas están penetradas por la narcoguerrilla colombiana. Los capuchinos siguen bregando, en condiciones muy duras, por ser semilla del Reino en medio de ese pueblo caribe. En estos días tiene lugar en dicho centro una convivencia vocacional. Varios jóvenes venezolanos disciernen su eventual ingreso a la Orden de hermanos menores capuchinos. El Padre bueno les dé lucidez y fortaleza para responder a su llamada.
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