El título fue la frase dicha por un chamo a su compañero de viaje, cuando arribamos a Venezuela y tuvimos que esperar más de una hora para que aparecieran las maletas en las correas giratorias. Felizmente el Hno. Ernesto, viceprovincial, y el Hno. Jorge, rector del vetusto templo de La Merced, nos esperaban, con mucha paciencia, porque el avión tenía una hora de retraso.
La jornada había comenzado en Quito y finalizaba en Caracas. En la mañana participé en la misa presidida por el Hno. Jorge, maestro de novicios de Colombia. Desayuno. Salimos de compras: Vicente, diácono capuchino, ecuatoriano, nos dejó a Alfonso y a mí en Abya Yala, famosa editorial de textos indígenas e indigenistas. Cada uno, después de mirar muchos títulos interesantes, compró un par de libros. Adquirí la autobiografía de Mons. Proaño y un texto de intelectuales indígenas pensando América Latina (2007). De allí caminamos hasta el Mercado artesanal, donde topamos con Ramón y Richard. Compramos souvenirs para llevar a nuestro terruño. Llegamos a la casa de la curia viceprovincial capuchina, ecuatoriana, a tiempo para almorzar. En la mesa dialogué con el Hno. Miguel Ángel Cabodevilla, fraile navarro pero con muchos años de servicio en Ecuador; hombre de pluma y organización en el centro de investigaciones y publicaciones del Vicariato de Aguarico. Di un paseo dialogado con él, hasta la sede de la Procura misionera de dicho Vicariato. Allí saludé a Juan Carlos, otro misionero navarro. Miguel y Juan nos obsequiaron varios textos de indigenismo y misión, interesantes y muy bien editados; quiero destacar una biografía de dos 'Pumas', un fraile capuchino y otro franciscano; el primero vasco y vivo, el segundo canadiense, ya difunto; el vasco, hombre de acción, el segundo más místico; ambos entregados en cuerpo y alma a la Buena Noticia de Jesús en medio de los ribereños del río Napo, especialmente al servicio de los indígenas de la región. También debo subrayar dos obras del fraile vasco: una de mitos y otra, un estudio de la cosmovisón de los Napo-runa. Finalmente, un libro describiendo la cotidianidad misional, de Miguel Ángel. Ya iré compartiendo detalles de esas obras y otras, cuando las vaya gustando.
Hacer maletas fue una obra artesanal, para que todo cupiera y tuviéramos peso aceptable en las maletas. El Hno. Adalberto, viceprovincial, nos llevó al aeropuerto. Viajamos, con una hora de retraso, junto con el equipo de futsal ecuatoriano. Gracias al Altísimo y a los Hermanos ecuatorianos por estos magníficos días.
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