He estado varios días sin escribir en este blog. Tenemos un problema técnico en el infocentro de Kavanayén: no podemos entrar en blogger y en gmail. Ahora escribo desde la capital municipal, Santa Elena de Uairén.
En los once días transcurridos desde el texto anterior hay algunas cosas reseñables. El día doce de setiembre fui con Claudia y sus dos hijos al Hato Chinadai; saludé a Eleuterio, el vaquero, y su familia; di una ojeada al ganado; Eleuterio expresa que es necesario comprar dos toros, para renovación del rebaño. Luego, guiado por el pequeño Henry, hijo de Eleuterio, fuimos a Kokodeutá, 'pozo de la abuela'; leí páginas de Pareyson sobre la neumatología (antropología filosófica y teológica) de Dostoievski, mientras la amiga, sus dos hijos y el guía disfrutaban de las aguas del río Parupa. Regresamos a casa a tiempo para almorzar. El domingo trece, después de misa, realizamos la primera asamblea escolar: Rosaura, la directora de la escuela técnica agropecuaria, y su hermano Gregorio, director de la primaria (bolivariana), nos dieron abundante información. Se convocó la siguiente asamblea para el próximo domingo, para elegir sendas juntas directivas. El lunes trece, en toyota misional, con Pedro Peña como conductor, envié a Claudia y sus retoños a Santa Elena, pidiendo a Pedro que les muestre salto Kamá y Quebrada de Jaspe. El miércoles diecisiete celebramos la misa con los niños y jóvenes de las escuelas, acompañados por sus docentes. Por esto yo digo que no me preocupa el sesgo laicista de la Ley Orgánica de Educación, porque es la comunidad la que pone la impronta a la tarea escolar, no Navarro o algún otro funcionario de ilustración trasnochada (ellos no conocen el Concilio Vaticano II). En la homilía gloso las conclusiones de la Asamblea mundial sobre educación superior, reseñadas por Rigoberto Lanz en su columna de El Nacional. Son conclusiones para la universidad, pero aplicables a los diversos niveles de educación: centralidad de la persona del educando, globalización y técnicas de informática, inclusión e interculturalidad, productividad (especialmente agrícola en el caso de la Escuela técnica local). Este día y los dos siguientes son de actividades culturales y deportivas. El sábado fui al Hato llevando al vaquero y su familia, que habían salido para inscribir sus chiquillos en la escuela. Además, Eleuterio fue el viernes a Santa Elena para hacer compras para esos escolares. Me acompañaba Humberto Chaní, técnico medio egresado de la ETA local, funcionario del Campamento científico CVG-Parupa, y ahora tesorero de la comunidad de Kavanayén. Humberto vino a buscar estiércol para su huerto doméstico. Al regreso me cuenta su participación en la reunión habida en Caracas, con diversos científicos, sobre el Proyecto riesgo. El domingo, misa solemne y segunda asamblea escolar. Jean Carlos Velásquez, segundo capitán de esta comunidad, va compartiendo información y haciendo comentarios. Su hermano Plácido, médico formado en Cuba, es aplaudido al pasar a la parte delantera de la asamblea. Un merecido reconocimiento al esfuerzo realizado para llegar a ser galeno, ahora al servicio de esta comunidad que se enorgullece de este hijo. Jean Carlos insiste mucho en la necesidad de desarrollar proyectos productivos agropecuarios para crear empleo local, asegurar la alimentación y generar ingresos que den mayor autonomía a Kavanayén. Me retiré de la asamblea cuando comenzaron las elecciones. Almorcé, junto con el Hno. Raúl, compartiendo mesa con las Franciscanas hijas de Isabel Lagrange, caraqueña: Zaida la superiora, también capitalina; las pemonas María del Carmen y Aurorita; María, maracucha, y Narda, merideña; la última es juniora. El lunes en la tarde salí de Kavanayén. Me detuve en S. Rafael de Kamoirán para dialogar con Georgina y Francisco Gómez. Dormí en Rápidos, por hospitalidad de la familia dueña. La administradora me brindó dos cervezas en la frugal cena.
Al amanecer de hoy seguí ruta hacia la capital municipal. Paré en S. Francisco de Yuruaní (Kumarakapai) para conversar con el capitán, Juvencio Gómez, exdiputado regional y amigo. Todos esos diálogos están cargados de detalles que me ayudan a ubicarme en el peregrinar con el pueblo pemón. Son detalles que debo digerir en el silencio. Ya en Santa Elena, reencuentro fraterno con el Obispo y con los capuchinos. Antes de almuerzo fui a visitar a Marisabel, directora del Fe y Alegría local; la llevé a Maurak para buscar a su hijo Seneik, a quien ha inscrito en esta escuela para asegurar su identidad pemón. Richard, vicemaestro de novicios, me hospeda. Le doy fotos que Humberto Basabe, bombero arekuna, autorizó para usar en la revista Venezuela Misionera, ahora física y electrónica.
Llevo tres días devorando páginas de un texto de J. J. Armas, escritor español, sobre Mario Vargas Llosa. Traje al Obispo un libro que recoge artículos de varios intelectuales indígenas de América Latina. Él me recomienda leer una novela de Saramago y un texto de espiritualidad de W. Jaeger.
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