Otra jornada capitalina. Celebré la misa a las 7:00 am. A las 8:30 fuimos de La Merced a La Florida, a la fraternidad capuchina de La Chiquinquirá, para realizar la reunión del Consejo de formación con el Hno. Omar, quien es fraile capuchino nacido en Tucupita y actualmente forma parte del equipo de coordinación del Instituto de Espiritualidad Franciscana del Antonianum, la Universidad de los franciscanos observantes, en Roma. Dialogamos tres horas sobre diversas cuestiones referidas a la formación de los jóvenes que vienen a la Orden para ser discípulos de Jesús de Nazaret con el estilo de Francisco de Asís y Félix de Cantalicio. El primero no necesita presentación, el segundo es el primer santo de la rama capuchina, famoso limosnero y humorista, amigo de Felipe Neri y Carlos Borromeo, un fundador de institución consagrada y un cardenal de mucha influencia en su época. Hicimos eco a lo reflexionado, compartido y orado en el encuentro de formadores de la Conferencia Capuchina Andina (CCA) y al nuevo diseño de itinerario formativo en Venezuela, incluyendo la propuesta de un noviciado intercircunscripcional, en Colombia.
En el encuentro del Consejo estuvimos frailes de tres generaciones: Ernesto, el viceprovincial, Ramón, maestro de posnovicios, y mi persona, fuimos formados por Adrián Setién; Wolfan y Alfonso, que comienzan a trabajar en formación, y estarán en el Tukuko, con los prenovicios, y Richard, vicemaestro de novicios, también novato, han sido formandos de los tres primeros. El Hno. Omar escucha las propuestas del nuevo itinerario formativo y nos hace las observaciones pertinentes, insistiendo en la importancia de: evaluar el proceso formativo (ya tiene tres décadas en Venezuela), actualizar y socializar el proyecto de formación, y cuidar el acompañamiento de los formandos, particularmente en el posnoviciado.
Almorzamos con la fraternidad local, veteranos y posnovicios que estudian en el Instituto de teología para religiosos (y religiosas y laic@s) . La sobremesa, con Omar, se hizo amplia conversa sobre diversos temas, incluyendo sus tareas en Roma. Volví a La Merced con los HH. Alfonso, Richard y Wolfan. Dialogué con el tercero sobre la coyuntura en el Tukuko, donde le corresponde ser formador y misionero. Compartí con él algunos detalles de nuestra visita a la Procura del Vicariato de Aguarico, en Quito, incluyendo la generosidad de los frailes navarros Miguel Ángel y Juan Carlos, que nos obsequiaron varias valiosas publicaciones del CICAME, centro de investigación y publicación de los capuchinos que laboran en dicho Vicariato.
Más tarde fui a hacer larga caminata capitalina, sin rumbo fijo. Casi siempre me dirijo de oeste a este; en esta ocasión llegué a la librería Las Novedades vecina a Plaza Candelaria. Nada compré. Me atraían algunos títulos: un pequeño texto sobre el Parque Nacional Canaima, una selección de poemas de Montejo, el libro de Krauze sobre el delirio de nuestro déspota no muy ilustrado, la panorámica literaria del siglo XX venezolano, de Arráiz Lucca; una obra sobre los Cátaros; unos aforismos de Witggestein; una novela de Pérez Reverte (sobre el capitán Alatriste)... Ejercicio de desapropiación o negación de la gula literaria. Regresé a casa discurriendo con los pies y el corazón.
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