El mito de los makunaima continúa, diciendo que el sol se fue de compras hacia la actual zona en reclamación (¿cuándo tendrá efecto ese reclamo histórico contra un hecho de la rapacidad inglesa?). El mito apunta así la ausencia del padre, dato muy actual en la sociedad venezolana. El padre puede estar ausente físicamente o síquicamente. Se ha marchado o sólo aporta el dinero para la casa, pero sin muestras de afecto y ejercicio necesario de la autoridad que guía y moldea. El presidente Lugo (exobispo, aunque su consagración sea eterna), tristemente, ha declarado que en Paraguay el 70% de los niños no saben quién es su padre. Alejandro Moreno, con sesudos estudios suyos y de su equipo del centro de investigaciones populares, manifiesta que la ausencia del padre es, con frecuencia, causada por la madre (la esposa que se define sólo como tal, como la Susanita de Mafalda) o por su propia madre, que termina echando de la vida de su hijo a la esposa 'competidora'. El Concilio plenario de la iglesia en Venezuela ha lanzado, especialmente en su documento sobre la Familia, un reto a toda la sociedad, particularmente a quienes nos decimos bautizados, discípulos de Jesús de Nazaret: educar para formar parejas estables, que respondan al proyecto de Dios: un hombre y una mujer, unidos por amor, para toda la vida.
Los hijos y la madre se fueron en busca del ausente. En el camino, como en la vida y en el cuento de Borges, encontraron una bifurcación. Entonces uno de ellos recordó que el padre había dicho que en esas ocasiones él dejaría señales (coprónicas: unas plumitas sobre sus heces). Es necesario aprender a leer las señales existenciales para saber qué dirección tomar, qué camino elegir. Una de las claves del seguimiento de Jesús es el discernimiento: aprendan a juzgar por ustedes mismos, dice el Maestro. Leer los signos de los tiempos es interpelación del Concilio Vaticano II, hoja de ruta de la Iglesia católica desde 1965.
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