Iniciamos la jornada dominical de paseo a las 6:00 am. Salimos a esa hora, en bus escolar, desde la casa de las Bethlemitas, en Conocoto, lugar del encuentro. Viajamos a Otavalo, Ibarra, Cuicocha y la tumba de Mons. Proaño, en S. Antonio de Ibarra.
Rezamos laudes a la ida y rosario a la vuelta.
En Otavalo, Martha y su compañera, ministra de la orden franciscana seglar de Ibarra, abordaron el bus. Martha es historiadora: nos brindó información sobre los Otavalo y los sitios visitados. Afirma que los indígenas Otavalos, famosos por sus tejidos de lana de oveja y alpaca, y por su gran habilidad comercial, son mezcla de población indígena local con invasores Karas y Quichuas; los segundos fueron traídos por los Incas desde el Titicaca. Todos fueron, finalmente dominados por los españoles. En el mercado del poncho nos detuvimos una hora para hacer compras. El mercado luce preciosas piezas de artesanía. Los frailes ecuatorianos son los encargados de regatear, porque a los extranjeros nos exigen precios más altos.
Fuimos de Otavalo a Cuicocha, laguna de los Cuyes. Martha nos cuenta un mito: Un monte taita estaba enamorado de un monte madre, pero la laguna Cuicocha quiso seducir al taita, por eso mostró sus senos. Ya estaban a punto de casarse el monte taita y Cuicocha cuando los sacerdotes, llamados para la ocasión, no se sabe exactamente por qué, abandonaron el sitio. Pobre Cuicocha, se quedó vestida de novia. Dimos una vuelta en lancha por esta laguna de 140 mt de profundidad. Es un cráter volcánico. Todavía lanza gases. Pueden verse las burbujas y el efecto del azufre en las rocas de la orilla. La totora es abundante, especialmente en el canal que separa los dos senos de Cuicocha.
Almorzamos en un restaurante popular, en Ibarra. Luego visitamos el convento local capuchino, vetusta edificación con estilo colonial. Tres hermanos, dos españoles y un nativo, prestan aquí sus servicios. Regentan un colegio con unos seiscientos estudiantes. El jardín interno, la estatua de piedra del Pobre de Asís y los periquitos australianos animan la casa.
De allí fuimos a la tumba de Mons. Proaño, donde celebramos la misa, presidida por Fr. Laercio, Edisson y Germán; los dos primeros, brasileños que viven en Paraguay, Germán es fraile capuchino ecuatoriano. Compartimos la eucaristía con personal de este centro de formación de indígenas y misioneras, incluyendo a quien fuera por quince años secretaria del profético epíscopo. También estaban allí cuatro terciarias capuchinas, una de ellas jovencísima ecuatoriana. Celebrar la misa aquí me hace recordar a la pléyade de obispos del estilo liberador: Angeleli, Cámara, Silva, Romero, Ruiz, Labaka... Resuena en el hondón el evangelio del día: 'Sólo tú tienes palabras de vida eterna'.
Pasamos luego por S. Antonio, donde tuvimos ocasión de apreciar las maravillas que los lugareños hacen en madera. Compramos pequeños recuerdos. Personalmente quedé impresionado, especialmente, por una reproducción del Guernica de Picasso, Quijote y Sancho en tamaño natural, siluetas de parejas de líneas modernas y unos frailes gozando de buen vino o interpretando música.
Al regresar a Conocoto tuvimos retraso por un accidente en la autopista. Fue necesario desviarnos por caminos laterales. Así demoramos una hora y media más de lo planificado. Arribamos a las 9:30 pm, muy cansados. Cena ligera, baño y a dormir. Alabado seas Señor por este día y por el sueño reparador.
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