Los días lunes y martes no tuve ocasión para escribir. En esas jornadas hemos trabajado en la realidad de los jóvenes en América Latina, con Gabriela Medina, laica, del departamento correspondiente de la Conferencia episcopal ecuatoriana, y en Pastoral vocacional, con Carlos Bernal, sacerdote claretiano, de la junta directiva de la Conferencia ecuatoriana de religiosos. Poca novedad en los contenidos. Una llamada pertinente a profundizar en la opción por los jóvenes pobres, cruce de dos opciones pastorales del magisterio latinoamericano (desde Medellín, 1968, hasta Aparecida, 2007). Una exhortación a una pastoral juvenil con la finalidad de acompañar a los jóvenes en sus procesos personales, para desembocar en una opción vocacional, según sus pluriformes proyectos , para los diversos estados de vida en el Pueblo de Dios que somos los bautizados. Como suele suceder, lo más interesante se encuentra en el compartir de los grupos. Los coordinadores constituyeron nuevos grupos, para seguir conociéndonos en el intercambio de experiencias.
Dialogué con el tocayo ecuatoriano y con Ramón Morillo sobre el fenómeno de la regresión o restauración en la Iglesia; una tendencia a desconocer el enfoque teológico-pastoral latinoamericano, cuyos núcleos son la opción por los empobrecidos, la defensa de la diversidad cultural y ecológica, el enfoque de género sin pérdida de feminidad, la opción por los jóvenes y el macroecumenismo (ecumenismo entre las iglesias cristianas y diálogo interreligioso).
El lunes y ayer en la tarde se notaba el cansancio en el grupo. Yo, como diría el obispo del Caroní, me fui, después de almuerzo, a jugar a ser joven (un partido de dos pa' dos, en basket) y terminé agotado. Era necesario hacer deporte. Van varios días con muy poca actividad física y abundante comida. El servicio de cocina de esta casa de espiritualidad es de restaurante de calidad. Busqué un dibujante entre los participantes, para hacer una memoria alternativa del encuentro, pero no lo conseguí. En la misa matutina, memoria de S. Luis IX, rey de Francia, usé el pantón del cocuyo (luciérnaga) y la mora en la homilía, siguiendo la enseñanza de teología narrativa de Jesús de Nazaret, Francisco de Asís y Carlos de La Coruña.
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