Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra,
la cual nos sustenta y gobierna,
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba.
En Copenhague se planteó el problema, pero las soluciones aparecen como no satisfactorias. Los señalados como principales contaminantes y causantes del cambio climático son China y Estados Unidos. Se dice que si el promedio de consumo de un ciudadano norteamericano fuera igualado por todos los habitantes del planeta, necesitaríamos otras diecinueve tierras. Es evidente entonces que hay que replantear el estilo de vida de los gringos y el proyecto de vida de todos (o casi). Ignacio Ellacuría, mártir jesuita en El Salvador, filósofo, decía que necesitamos una austeridad solidaria, para combatir el consumismo y el individualismo feroces.
El cuidado de la hermana madre tierra implica complejas tareas, pero también cosas sencillas, al alcance de cada persona: mantener limpio el medio ambiente; usar lo mínimo necesario la electricidad, el agua, los vehículos motorizados; educar para las tareas anteriores; promover el contacto con la naturaleza; cultivar la austeridad y la solidaridad.
Los pueblos indígenas tienen en sus respectivas tradiciones mucho que aportar en la brega ecológica: siglos de convivencia armónica con su entorno natural, comprendido y vivenciado como lugar de manifestación de la vida y los espíritus ancestrales, y por ello, digno de reverencia. Pero acontece que la globalización, con su tendencia cultural homogeneizante, amenaza a dichas culturas. El Proyecto Riesgo está presente en Kavanayén: un equipo interdisciplinar que tiene como hipótesis de trabajo que 'el fortalecimiento de la organización tradicional de los pueblos vecinos a los bosques es la mejor herramienta para la conservación de los mismos'. Estamos en el interesante proceso de diálogo entre científicos y la comunidad pemón (niños-jóvenes, ancianos, docentes...).
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