Un retiro es una oportunidad para hacer silencio durante varias horas, para practicar la nepsis de los padres del desierto, es decir la vigilancia de uno mismo.
Hoy he estado de retiro con los tres postulantes, Diego, Marcel y Dixon, en la casa que las franciscanas tienen cerca de Kavanayén. Este es el último retiro que comparto con ellos, que están finalizando su primer año de formación en la Orden de hermanos menores capuchinos. Tuve entrevista personal con cada uno y bastante tiempo para rumiar la existencia, en medio de la belleza de la Gran Sabana. Un saltamontes, inmóvil en una ramita, con sus vistosos colores (anaranjado y negro) me hizo recordar a las científicas del proyecto Riesgo, pues Iokiñe, una de ellas, tomó ese insecto como símbolo de quienes participamos en dicho proyecto.
Usé algunos detalles de la carta del Hno. Mauro, ministro general capuchino, como introducción al retiro: formarnos para el seguimiento de Jesús, para los votos (pobreza, castidad y obediencia), para la vivencia cotidiana de la oración, la fraternidad y la minoridad (austeridad, solidaridad, humildad).
En el silencio la memoria fluye: los años sesenta y la familia, especialmente madre, padre, los hermanos; los setenta, los estudios y el noviazgo (Rosita siempre recordada); los ochenta, la ruptura y la formación inicial (Bazarra y Claudia); los noventa y la misión (Mons. Jesús Alfonso y varias mujeres indígenas); los últimos nueve años, continuando en las tareas misionales y formativas (Pbro. Lucio y tantos hermanos y hermanas)... Perdón por mis faltas, Señor; gracias por tu misericordia; te ruego por los formandos capuchinos, por el Hno. Ernesto y sus consejeros, por la pequeña grey de Kavanayén y las comunidades vecinas, por el pueblo pemón, por el Vicariato y su obispo, por la madre Iglesia y el Papa, por el viejo cosmos.
viernes, 3 de julio de 2009
Suscribirse a:
Entradas (Atom)