El domingo en la noche viajé a Ciudad Bolívar, la odalisca del Orinoco, padre río que recoge las aguas de muchos ríos para verterlas en el Atlántico, incluyendo las del Caura. El Hno. René Bross, hermanito de Foucauld, con 45 años en medio de los yekuana, es uno de los angustiados porque el paraíso del alto Caura está siendo destruido por los mineros, con la mirada complaciente de diversos organismos, incluyendo las Fuerzas Armadas. Pobre madre tierra; pobres pueblos indígenas, tan llevados y traídos en el discurso gubernamental, y tan olvidados en la práctica. Hasta ahora no consigo alguien que me diga alguna cosa buena hecha por el Ministerio de pueblos indígenas, además de servir de fuente de empleo para gente que se da buena vida por bajar línea ideológica a las comunidades originarias.
Lunes en la mañana: ya estoy en C. Bolívar. El Hno. Yornnei me busca en el terminal. Un baño, un cafecito, laudes, desayuno. Converso un poco con los hermanos, especialmente con Miguel, el guardián, indígena wayú. Los hermanos me dieron la cola hasta el terminal para ir a comprar el pasaje para esta tarde. Regreso caminando bajo el fuerte hermano sol, rumiando la existencia, el encuentro de misioneros y el evangelio cotidiano (Jesús que cuestiona el estrecho etnocentrismo judío, haciendo ver que Dios es más grande que nuestros conucos).
lunes, 8 de marzo de 2010
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