miércoles, 25 de noviembre de 2009

asamblea viceprovincial (I)

Miguel, guardián y párroco en Ciudad Bolívar, wayú por los cuatro costados, y este servidor, no viajamos el domingo en la noche. Lo hicimos el lunes, con Eleazar mayor, colega de Miguel en Santa Elena de Wairén, quien vino acompañado por otros dos frailes, Fidencio y José Manuel. Vamos todos a la Asamblea viceprovincial, encuentro de todos los capuchinos que vivimos en Venezuela, tratando de ser coherentes con el carisma del Poeta de Asís y con la historia de los frailes barbados en esta dolida patria. Son tres siglos y medio desde que Francisco de Pamplona pasara de Granada a la Tierra de Gracia, en el oriente del país. Este novelesco capuchino murió en La Guaira, intentando ir a España para solicitar los permisos necesarios para fundar en la naciente patria. Ya iba siglo y medio de conquista, pero los españoles no habían logrado pasar de la orillita norte de estas tierras, por la feroz resistencia de los temidos caribes. Nuestros antecesores, con el estilo fraterno y menor, fueron capaces de 'reducir' a estos bravíos guerreros, que hacían temblar a los aguerridos españoles, a pesar de que estos habían vencido a los también temibles guerreros del Islam, que por siete siglos habían controlado gran parte de España. Reducir no es la tarea que los Shuar amazónicos realizan; se trataba de fundar poblados misionales. Duarte Level reconoce que las sandalias capuchinas hicieron nuestras fronteras nacionales.

Iniciamos la Asamblea el martes en la mañana, con oración dirigida por el Hno. Miguel 'wayú', y palabras de inauguración del Hno. Ernesto, viceprovincial, quien nos llama a centrar nuestra atención en lo esencial, nuestro estilo de vida evangélica; después de almuerzo y reparadora siesta, vinieron: una iluminación por parte de este escribano, que partía del testimonio de frailes conocidos, algunos todavía vivos y convocaba a volver a las fuentes (especialmente al seguimiento de Jesús de Nazaret) y al aggiornamento (actualización, que implica leer los signos de este cambio de época); trabajo de grupo (diálogo sobre la iluminación) y plenaria. Ésta estuvo focalizada en lo que Ramón Morillo llamó carencias. Es evidente que todos sentimos la tensión entre el ideal de fraternidad maternal que Francisco nos ofrece, y la realidad, marcada por el activismo y el individualismo. Algún hermano expresó: 'en mi caso, el obrar ha malogrado mi ser'. Valiente y dolida confesión que debe llevarnos a revisar el número de casas y la calidad de nuestras relaciones personales, entre nosotros y con los que nos rodean.