viernes, 27 de agosto de 2010

Gratitud y haiku 31 (del correspondiente salmo)

¡Qué honor estar en primera página de Google, entre Wikipedia y la revista española dedicada al tema, El Rincón del Haiku, escribiendo desde este rincón pemón!

¡Tú, mi refugio!
No sea confundido:
en Ti confío.

Desde Kavanayén, con paciencia

El Hno. Danny se fue a Santa Elena, de compras, con el profesor Ismael, en el toyota chasis largo del postulantado. Ismael, profesor y mecánico, ayer hizo arreglos en los dos toyotas pickup, ya bastante gastados en los duros caminos de este centro misional. Si algún lector sabe de un alma piadosa que quiera regalarnos un toyota pickup en buen estado, que avise. Usamos nuestros vehículos misionales para múltiples tareas: visitar el pequeño Hato, ofrecer transporte a la comunidad en general (a precios acordados comunitariamente), atender las dispersas comunidades de la Parroquia (las que tienen camino).

La temporada turística ha estado floja. Mala noticia para todo el municipio; también para el centro misional. Hace unos días, dialogando con Danny, el prenovicio, le comentaba: Mucha gente en Venezuela piensa que los curas tenemos mucho dinero y que el Gobierno nos sostiene. A esto se suma, en las misiones, la creencia de los indígenas sobre los abundantes recursos que llegan, a manos de los misioneros, del Estado u otros donantes, para que les prestemos diversos servicios...ja. Se parece al mito de El Dorado. La verdad es que a duras penas, con los ingresos por el trabajo cotidiano en transporte, hospedaje, venta de artesanía y Hato, y la subvención de la Viceprovincia capuchina por el postulantado, sobrevivimos y brindamos servicios gratuitos en comunidades donde los revolucionarios, que tanto hablan de solidaridad, no duran una semana, en el mejor de los casos. Larga historia, desde 1650, cuando Francisco de Pamplona iniciara la presencia de los barbudos frailes en Venezuela.