Loado seas, mi Señor, por la hermana luna y las estrellas,/en el cielo las has formado claras y preciosas y bellas.
El sol y la luna hacen pareja: lumbreras mayor y menor. La luna y las estrellas nos brindan su luz en la noche. Creaturas claras, preciosas y bellas, como la plantita de Francisco, que dejara su vida de mujer noble para consagrarse al Hijo del Altísimo, bajo la guía espiritual del Pobre de Asís, minor por origen (no era noble) y por opción evangélica, destacada en el magisterio latinoamericano posconciliar: Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida. En la noche más oscura de su existencia, el Guía buscó la ayuda luminosa de su plantita, Clara, que le recordó que debía practicar la desapropiación, no sólo de su jarra artesanal, sino de la Orden, para recuperar la paz. Fuerte tiempo de tensión entre Francisco y los clérigos en la Orden, que contaban con el apoyo del Cardenal Hugolino, luego Papa. Suave firmeza de la preciosa y bella alma gemela de Francisco. Paz y gozo recuperados por el exmercader, servidor de leprosos y amigo del halcón que lo visitaba en el monte Alverna, donde el Altísimo quiso regalarle las marcas del Crucificado.
Dice Ignacio Lepp que las relaciones más enriquecedoras son las heterosexuales, porque son complementarias (Martes y Venus), pero que simultáneamente son difíciles fuera del matrimonio, porque pueden poner en riesgo el proyecto de vida (matrimonial o célibe). Francisco y Clara son una pareja de amigos entrañables, que se ayudaron uno al otro a crecer en el seguimiento de Jesús de Nazaret, en oración, fraternidad y minoridad, en obediencia y castidad, en medio de una sociedad feudal y una Iglesia hecha a imagen y semejanza de dicha sociedad, con un Papa y unos obispos que eran señores feudales ('mayores'), con sus respectivos ejércitos. Los jungianos afirman que todos tenemos animus y anima, es decir, vigor masculino y ternura femenina. Así tituló Leonardo Boff su obra sobre Francisco de Asís. Francisco enriquece su anima con el animus de Clara y la plantita renueva su animus en el anima del Pobrecillo. En Conocoto, Quito, los formadores capuchinos de buena parte de América Latina, subcontinente marcado fuertemente por el machismo, hemos tenido la ocasión de reflexionar, dialogar y orar sobre nuestra afectividad y sexualidad. Una de las conclusiones ha sido que todos necesitamos cuidar esas dimensiones tan hondas (self en lenguaje de Jung), y para ello debemos cultivar relaciones entrañables en la Fraternidad (Orden) y fuera de ella, con mujeres y varones, clérigos, religiosos (as) y laicos (as). Por ahora no hay clérigas... Acompañados para acompañar, especialmente a los jóvenes en general y a los aspirantes y formandos en particular. Otrosí: si uno no cuida el self vive en el nivel del ego (la conciencia) y la persona (máscara o rol), con el peligro de perder hondura y vitalidad. Hay clérigos y religiosos a quienes ocurre eso, convirtiéndose en fariseos, superficiales y rígidos, sepulcros encalados (cadáveres perfumados, con incienso u otra esencia), que se encaraman en su institución, despóticos, y machacan a los que se acercan.
jueves, 3 de septiembre de 2009
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