Chiké y su hermano mayor siguieron con sus aventuras. En una ocasión observaban a Onoré (la garza) que pescaba, y decidieron robarle su anzuelo. Chiké se convirtió en aimara (pez grande) y cortó con sus afilados dientes el anzuelo. Más adelante, después de haber aprendido a pescar, quisieron tener fuego. Para poder obtenerlo, nuevamente Chiké, el menor, se convirtió en grillo y fue hasta la casa del ave Mutuk (portador del fuego) y logró robarle una chispa, aunque saliera chamuscado. De allí las manchas de algunos grillos, dicen los pemones. Observación de la naturaleza, aprender de ella, procurarse el alimento de cada día, ingenio… son algunas de las virtudes que aparecen en este trozo del mito, si bien acompañadas del acto de robar.
Miren los lirios y las aves, aprendan de ellos, dijo el Profeta de Nazaret. Los pemones tienen una entrañable convivencia con la naturaleza. Es una clave cultural que debe ser especialmente cuidada y valorada, porque la Humanidad entera necesita de esas reservas de sabiduría para salvar la tierra y por tanto, para salvarse. La ecología, tarea urgente, es el reconocimiento de que este mundo es nuestra oikos (casa): de allí vienen ecología y economía. Hasta ahora la economía ha sido entendida y realizada como antiecológica, pero esto es absurdo. La ley de la casa (eco-nomía) no puede ir en contra de la lógica de la casa (eco-logía). Nomos (ley) y logos (palabra) deben coincidir para bien de todos. El aprovechamiento de los recursos naturales no debe llevarnos a la destrucción de la casa. Todas las culturas indígenas tienen mucho que enseñar en esto al mundo industrializado.
viernes, 26 de junio de 2009
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