Jesús, en el evangelio de hoy, felicita a Simón y lo apoda Kefas, es decir, Pedro... y sobre esa piedra edifica su Iglesia, una, santa, católica y apostólica.
Una y apostólica: la Iglesia atraviesa las olas, a veces tormentosas, de la historia, en distintas naciones, bajo diferentes tipos de gobierno, en todos los continentes... y permanece una. Frente a esta realidad un historiador inglés decía: muéstrenme otra institución semejante, que venga de la antigüedad (cayó el Imperio romano), pase por el medioevo (se hundió el Imperio romano germánico) y camine, con paso firme, en la modernidad (atrás quedaron los dos totalitarismos del siglo XX: comunismo y nazismo)... ¿Quedaron los totalitarismos definitivamente atrás?... Las fuerzas del Infierno no podrán con ella. Sancho, con la iglesia hemos topado, exclamó el Quijote al chocar con los muros de algún templo. Con esta institución han chocado muchos, pretendiendo vencerla, pero no lo han conseguido. Esta Iglesia es una por la acción del Espíritu Santo (especialmente en el banquete eucarístico), el acompañamiento cariñoso de la Madre, y la tarea de los sucesores de Pedro, los papas.
Santa (y pecadora, añadían los Padres de la Iglesia). Casta y meretriz. Santa por la Trinidad Santísima y por sus cosas santas, la Palabra y los Sacramentos, por la Virgen María y los santos, modelos de vida para todos. Pecadora por humana... a veces demasiado humana. Escándalos sexuales, financieros, políticos... Iglesia siempre penitente: pueblo de Dios llamado cada día a la conversión. No se ajusten a este mundo, sino transfórmense por la renovación de la mente, dice el apóstol Pablo.
Católica, es decir universal. Porque universal es el horizonte de salvación. La creación entera gime con dolores de parturienta (otra cita paulina). El pueblo de Dios es mayor que mi grupo apostólico o el campanario de mi pueblo. Simón Weil, filósofa francesa de origen judío, decía a los amigos católicos que la animaban a bautizarse, 'todavía la Iglesia no es suficientemente católica' (universal). El Concilio Vaticano II (1962-1965) le habrá encantado a Simone, aunque ella ya estaba entonces en la casa del Abba, del Padre Bueno: una llamada al ecumenismo (unidad de las Iglesias cristianas) y al macroecumenismo (hermandad con todos los creyentes, con los agnósticos y los ateos: todos somos hijos de Dios Padre). Francisco de Asís añadiría, hermanos también del gusanito, de la luna y de la muerte...
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