domingo, 21 de junio de 2009

evangelio dominical

Este domingo, XII del tiempo ordinario, el texto del evangelista S. Marcos nos brinda detalles que pueden servir para nuestra vida.
Es Jesús, el Maestro, quien tiene la iniciativa de ir a la otra orilla del Lago. En otro pasaje evangélico el Maestro dice: no me eligieron ustedes a mí; yo los he elegido a ustedes. Es Jesús quien te ha elegido, nos ha elegido a todos los bautizados, para ser sus discípulos y sus testigos. Los obispos de América Latina nos convocan a una Misión Continental, que debe comenzar tomando en serio la llamada que Jesús nos hace cada día a convertirnos. El apóstol Pablo, cuyo año hemos celebrado recientemente, nos dice en su carta a los Romanos: no se acomoden a este mundo, sino transfórmense por la renovación de la mente.
Varios de los doce eran pescadores; estaban acostumbrados a bregar con las aguas y el viento, pero en esta ocasión la tormenta llegó a asustarlos, en serio. Acudieron al Maestro, que dormía, como un niño en brazos de su madre. Juan Pablo I decía que Dios es un Padre con corazón de madre. Así vive Jesús de Nazaret, confiado al Abba con corazón materno. Un Jesús que duerme en medio de la tormenta... Recuerdo que él mismo ha dicho que el Reino crece mientras echamos la siesta (una buena noticia para quienes practicamos el 'yoga ibérico').
¿No te importa que nos hundamos? No era el Airbus francés, ni el Titanic, apenas una barquita galilea. Por supuesto que al Buen pastor le importa la existencia de sus atribuladas ovejas. El Maestro ha mostrado su amor eterno dando su vida por cada uno de los seres humanos, para librarnos del pecado y de nuestros miedos, de todas nuestras ataduras. Un día el Mesías carpintero lloró sobre Jerusalem, diciendo a la ciudad algo que puede cada uno aplicarse a sí mismo: si supieras lo que puede conducirte a la paz (¿estaría viendo tantos años de conflicto en torno a la ciudad Santa de los tres monoteísmos?). Él es quien puede conducirnos a todos a la paz.
El Carpintero sorprende a los marineros-pescadores. Con su palabra serena y rotunda calla al mar. Le da un mensaje similar al que un rey diera al presidente Chávez. Y el mar hace lo que Chávez no sabe hacer: callar. Dice el Ben Sirac, en el capítulo 20: el sabio calla. Pobre Chávez. El mismo texto bíblico señala en el capítulo 19: Quien aborrece la verborrea escapará del mal. Agudo señalamiento contra la ideología: ese conjunto de ideas y palabras huecas que con frecuencia pretende ocultar la realidad.