sábado, 8 de agosto de 2009

domingo XIX

Al final de la semana XVII olvidé hacer el comentario del domingo XVIII. Mea culpa.
Este domingo 09 de agosto, XIX del tiempo ordinario, ciclo B, en la Iglesia católica seguimos contemplando el capítulo sexto del Evangelio del Águila, es decir, del discípulo amado, de alto vuelo y profunda mirada.
Críticas de los judíos a Jesús: para intentar comprender el desencuentro de los judíos, es decir, de la gente de su pueblo, especialmente de las autoridades, con el hijo del carpintero, debemos tratar de ubicarnos en aquel momento. Ellos veían a Jesús como a un simple ser humano, salido de una región campesina, obrero, hijo de carpintero, que no había frecuentado las escuelas rabínicas, era joven, no estaba casado (signo de inmadurez para los judíos). Jesús aparecía con unas pretensiones impresionantes: 'Yo soy el pan que ha bajado del cielo'; 'el Padre ha puesto todo en mis manos'; 'nadie va al Padre si no es por mí'... '¿Quién pretendes ser tú?', le preguntaron. Les respondía: 'ya se lo he dicho, pero ustedes no me creen... crean pues a mis obras'. '¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros?', se preguntaban. Jesús es en verdad un ser humano, un galileo, un carpintero hijo de carpintero y de humilde nazaretana, pero al mismo tiempo es el Hijo de Dios, la Palabra de Dios hecha hombre, carne, sangre, historia, como uno de nosotros, para mostrar a toda la humanidad el Camino a la casa del Padre. 'Yo soy el Camino', afirmó rotundamente.
'Nadie viene a mí si el Padre no lo atrae': la fe es un don, un regalo gratuito de Dios. Por el bautismo recibimos la unción del mismo Espíritu que hizo de Jesús el Cristo (ungido) para anunciar la Buena noticia a la creación entera, que gime con dolores de parto, queriendo dar de sí lo mejor, como el Padre lo había dispuesto en los orígenes, hace quince mil millones de años, según los cosmólogos. Ir a Jesús, encontrarnos con él, convertirnos a él, seguirlo, proseguir su obra, vivir con su estilo, es la obra de Dios. Dios Padre quiere que cada ser humano corresponda a la Palabra que ilumina a toda creatura que viene a este mundo. Si tal cosa hacemos, el Carpintero nos resucitará. Él ya ha vencido al pecado, al demonio, a la muerte... en Él nosotros podemos vencer.
'Yo soy el Pan de vida': Jesús ha multiplicado los panes, pero se ha negado a que lo reduzcan a agencia de beneficencia; 'no trabajen sólo por el pan que perece; trabajen por el Pan que perdura', es decir, por Él. 'Quien pierde su vida por mí, la salvará'. Jesús ha multiplicado el Pan de vida: desde la mesa de la última cena hasta cada eucaristía, en todos los rincones del mundo donde haya un sacerdote realizando Su memorial, el memorial del que afirmó claramente: 'Este es mi cuerpo... esta es mi sangre... El que come mi cuerpo y bebe mi sagre, tiene vida eterna'. El Papa Benedicto ha querido que durante un año reflexionemos y oremos por el ministerio sacerdotal, ministerio del Pan de vida. Exclamaba Francisco de Asís: 'lo único que veo corporalmente, en este mundo, de Jesús de Nazaret, es su cuerpo eucarístico, consagrado por las manos de los sacerdotes'. Tienen razón los hermanos protestantes cuando se escandalizan por el poder de los sacerdotes; somos pobres creaturas con poder de atar y desatar pecados y con poder para consagrar el pan y el vino. Pero no somos nosotros los que creamos esos sacramentos: penitencia, eucaristía y sacerdocio. Deben preguntar al Maestro por qué quiso que sea así, que Su grandeza misericordiosa esté en tan frágiles manos.