martes, 15 de diciembre de 2009

misa, escuela y ecumenismo

Recién finalizamos la misa de cierre de actividades escolares, por este año, que luce ya 'viejo'. Directora, docentes, alumnos de primaria y bachillerato, agradecen a Dios por la vida, la fe, la oportunidad de estudiar, y tantos otros bienes. No hay muchos padres y representantes: entre semana suelen estar en el conuco, que ha de ser hecho cada vez más lejos, porque los suelos cercanos, frágiles, están agotados. De misa paso a esta mesa-e. Leo los buzones y prensa nacional y regional en red (El Nacional y el Correo del Caroní).

Una carta-e de un amigo que reside en Europa es ocasión para hacer reflexión sobre el Concilio Vaticano II y el ecumenismo. Dicho concilio ha sido llamado el pentecostés del siglo XX, cuyos lineamientos siguen siendo válidos en el XXI. Dieciséis documentos. Cuatro constituciones: Lumen gentium, Gaudium et spes, Sacrosanctum concilium, Dei Verbum. Una iglesia pueblo de Dios, con protagonismo laical. La compasión como clave de la existencia humana y cristiana. Una liturgia participada. La centralidad de la Biblia en la vida de cada bautizado. He ahí, en píldoras, los retos del Concilio nombrado. El magisterio latinoamericano posconciliar (Medellín, 1968; Puebla, 1979; Santo Domingo, 1992; Aparecida, 2007) ha hecho la ardua tarea de 'recepción' del Vaticano II en esta porción del pueblo de Dios. En Venezuela hemos celebrado el Concilio plenario (2000-2005), que nos lanza desafíos en sintonía con el Vaticano II y el magisterio latinoamericano apuntado.

Entre los documentos conciliares (Vaticano II) hay dos referidos al ecumenismo y el diálogo interreligioso: Unitatis redintegratio y Nostra etate. Son una llamada a apreciar lo bueno, verdadero y santo que hay en las otras iglesias cristianas e incluso en religiones distintas del cristianismo. Una tarea desafiante: favorecer el diálogo entre los creyentes de diversas iglesias y religiones para buscar la justicia, la paz, el respeto a la creación, tejiendo entre todos una humanidad más agradable a los ojos del Padre Bueno. Amén.