viernes, 28 de agosto de 2009

Quito X

Ayer trabajamos en la mañana con la iluminación de dos sicólogos jungianos, Vladimir y Ana, su esposa. Expusieron al alimón para brindarnos elementos del enfoque jungiano sobre el ser humano (self, ego, persona y sombra). La matriz nutritiva es el self, el centro del ser humano, el hondón en el lenguaje de algunos místicos. El ego es la conciencia. La persona es el rol (o mejor, son los roles), la máscara de cada uno, necesarios para el ejercicio de nuestras tareas (hijo, padre, madre, esposo, esposa, profesión...). Sombra es el lado oscuro de la máscara y del ego. Para vivir integradamente necesitamos conectar con el self. Si alguien se desconecta del self, el ego se infla (egocéntricos, egomaníacos... Alejandro Magno, los jefes del totalitarismo del siglo pasado y de éste). Un ser humano que vive sólo en el ego y la máscara se hará rígido; puede perder energía vital y fragmentarse (sicosis). La vocación y la misión auténticas nacen del self. Son independientes del ego y el rol, aunque se expresen en ambos. Cuando el individuo está integrado las señales son la paz, la flexibilidad, la sensibilidad, la espiritualidad (en el self está la percepción del Trascendente). Como diría el genial africano, cuyo día celebramos hoy: 'en lo más íntimo mío habita la Verdad'. Cada ser humano tiene en el self animus y anima. Animus es el lado masculino (objetividad, análisis, lógica...). Ánima es el lado femenino (sensibilidad, intuición, empatía...). La sombra del animus es la agresividad, la del ánima, la quisquillosidad. El tiempo se hizo corto en el encuentro con estos sicólogos.
Trabajamos en grupos y plenaria, haciendo eco a lo escuchado. Cada día la rutina, es decir, la pequeña ruta nos conduce a la capilla y a la mesa. La celebración eucarística, ayer, fue en memoria de S. Mónica. Recordamos a nuestras madres, vivas y difuntas.