martes, 23 de junio de 2009

los makunaima II

Antes escribí que los pemones se entienden como hijos del sol. Ese es el nombre de uno de los grupos musicales de Kavanayén. Francisco de Asís, el Pobrecillo, el Hermano universal, el poeta predicador, el místico más humano... llamaba a sus frailes a dedicarse a una genial tarea apostólica: cantar. El compuso el Cántico de las creaturas, donde llama al astro rey, señor hermano sol, y lo reconoce como aquel que lleva por los cielos noticia de su autor. La luz atraviesa el cántico de Francisco: la luna, las estrellas y el hermano fuego son otras creaturas luminosas.
El poeta de la Dama Pobreza y del cosmos quería que sus frailes cantemos al Hermano sol y a todas las creaturas, frutos de la sabiduría amorosa del Abismo sin origen a quien Jesús de Nazaret nos enseñó a llamar Abba (un padre lleno de ternura). El Altísimo ha creado con su Soplo y con su Palabra, y con la palabra inspirada Francisco canta a la creación y la invita a alabar a Dios.
Los pemones son hijos del sol y de una mujer de jaspe (piedra rojiza). La mujer es obra de Tuenkarún, creatura de las oscuras aguas. Sol, piedra y agua... sólo falta el viento para completar los cuatro elementos. El soplo es importante en la vida cotidiana pemón: puede acompañar el tarén (para curar) o el muimandok (para dañar). Sol y piedra: luminosidad y opacidad. Así es la realidad, así somos los seres humanos. Sutileza y firmeza: otra clave interesante. Ser sutiles y al mismo tiempo fuertes. Leonardo Boff ha descrito a Francisco con dos palabras similares: ternura y vigor. Ligereza (la luz no pesa) y pesantez: águila y gallina; otra vez hago eco a una obra de Boff. O con categorías cervantinas: Don Quijote y Sancho Panza. Estamos hechos de tierra, pero estamos llamados a buscar los bienes de arriba... Simone Weil tituló una de sus obras: La gravedad y la gracia. Nos afecta la ley de la gravedad, pero estamos llamados a ir hacia la casa del Padre, como Jesús en la ascensión. Cuánta sabiduría en esos poderosos símbolos míticos.

los makunaima I

Los pemones tienen un rico acervo de relatos (en su idioma, en singular, pantón). Fr. Cesareo de Armellada, quien fuera el más grande estudioso de la cultura de este pueblo del sureste del Edo. Bolívar, publicó dos tomos titulados Taurón pantón (Así dice el cuento).
Tal vez el principal pantón sea el de los Makunaima, los hijos del sol y la mujer de jaspe, que son los protopemones.
Para comprender los mitos pemones es necesario recordar que en el tiempo inicial todas las cosas eran pemones, es decir tenían capacidad de pensamiento, sentimiento y relación. El sol aparece por eso haciendo su conuco y experimentando la soledad. Tuenkarún, una creatura de las aguas (normalmente oscuras en los ríos de la Gran Sabana), es atrapada por el sol, con la pretensión de hacerla su mujer; pero Tuenkarún logra ser liberada con la promesa de enviarle una compañera adecuada. Hay tres intentos: la primera es blanca (de tavá, arcilla de ese color), la segunda es negra (de cera), la tercera (y exitosa) es rojiza, de jaspe (kakó).
La primera mujer se deshace al intentar sacar agua del río; la segunda se derrite al tratar de cocinar. La tercera llena el corazón del sol y con ella forma pareja estable y tiene dos hijos. El menor es llamado Chiké (nigua).
Los pemones se comprenden, como muchas otras culturas indígenas, como hijos del sol. Es interesante: el sol es efectivamente fuente de vida para nuestro planeta azul. En pemón hay una palabra para decir la luz del espíritu, auka. La luz física del sol, viyú, y auka, tienen relación. El sol es fuente de luz física y espiritual. Un detalle curioso: en los países del norte de Europa aumentan las depresiones y los suicidios en los meses en que hay menos luz solar. Sabiduría indígena presente en sus mitos.