sábado, 27 de junio de 2009

domingo XIII del tiempo ordinario

De nuevo Jesús está en barca. Experiencia es una palabra que tiene su raíz en el vocablo griego peirán (aventurarse), que da origen también a periplo (circunnavegación). Los viajes enseñan más que los libros. La vida misma es un viaje. Lo que vamos aprendiendo es la experiencia: el fruto de nuestro periplo. El autor de la carta a los Hebreos dice: la vida de un cristiano es una carrera que debe hacerse con los ojos puestos en Jesús.
Atravesar a la otra orilla. Así, en desnudo, la frase produce ecos relacionados con la Hermana muerte. En la tradición griega el barquero Caronte es el que nos pasa a la otra vida, atravesando el Aqueronte. Osho, un autor heterodoxo de espiritualidad, dice que nos iría mejor si meditáramos en lo que podemos llevarnos cuando llegue la muerte. En la tradición católica el ‘recuerdo de la muerte’, que algunos critican por considerarla una señal patológica, es una llamada a tomar en serio cada día.
Un jefe de sinagoga que se postra ante el carpintero, hijo de carpintero. El Evangelio está atravesado por las polémicas de los fariseos y escribas, expertos en la Ley (cinco primeros libros bíblicos) con Jesús. Los fariseos y los escribas son retratados por Jesús con frases hirientes. Jesús da gracias a Dios que se oculta a los ‘sabios y entendidos’ y se da a conocer a los humildes. Francisco de Asís tenía sospechas ante el estudio académico, aunque veneraba a los teólogos, porque administran la Palabra de Dios. La academia puede alimentar el egocentrismo y la soberbia, y puede sacar a un creyente de la necesaria solidaridad con los empobrecidos. Sin embargo, este jefe de sinagoga se hace pequeño ante el Maestro que no pasó por las escuelas de los doctores de la ley.
‘No temas, basta que tengas fe’. Nuevamente Jesús nos llama a vencer nuestros miedos y fobias con la poderosa herramienta de la fe. Sabemos de quien nos hemos fiado. Nadie nos quiere como Él, nadie nos conoce como Él, nadie puede hacer tanto por nosotros como Él. En la ocasión en que Jesús pregunta ‘¿también ustedes quieren abandonarme?’, Pedro responde: ‘¿a dónde iremos?, sólo tú tienes palabras de vida eterna’ (Jn 6, 68).
Talitha kumi: contigo hablo, levántate. Jesús ha venido para avivar la llama vacilante, para fortalecer a los débiles, para animarnos en nuestra ruta hacia la casa del Padre. Y si en algún momento nos sentimos agobiados, recordemos su invitación a acudir a él: ‘Vengan a mí los que están cansados y agobiados, yo los aliviaré’.

los makunaima IX

Los Makunaima, en sus andanzas, llegaron a pasar hambre. Acudieron a casa de diversos animales. Éstos les permitieron comer de ‘sus conucos’. Pero Chiké terminaba arrasando con todo. Así volvían a pasar hambre. Un día llegaron a casa del acure. Éste no quiso llevarles hasta ‘su conuco’. Como es muy veloz, los dejaba botados cuando intentaban seguirlo. Los Makunaima pidieron ayuda a la ardilla. Ésta siguió al acure y descubrió ‘su conuco’: el Wadakayek (árbol de todos los frutos). Chiké, después de comer mucha fruta, se propuso cortar el gigantesco árbol, contra el parecer de su hermano mayor. Así lo hizo, cayendo el tronco hacia la zona en reclamación. El Wadakapiapue es el majestuoso tepuy-tocón de ese gran árbol.
Del tronco cortado comenzó a brotar abundante agua. Para tapar esa gran fuente, colocaron una guapa gigante (wopá, obra de cestería) cubierta con cera. Pero el mono llegó más tarde y, curioso, destapó el agujero y la tierra se inundó. Los pemones buscaron árboles en tierras altas, para salvarse.
El hambre sigue siendo terrible flagelo de la humanidad. Se dice que cada cinco segundos muere un niño por este flagelo. El juicio final, según el Buen Pastor, será sobre esta cuestión: vengan, benditos, porque tuve hambre y me dieron de comer… Cuando fuiste solidario con uno de los más pequeños y despreciados, conmigo lo hiciste.
Nuevamente en este trozo del mito la observación de la naturaleza es fuente de vida. Chiké aparece como modelo de los que arruinan la tierra. Hoy son los grandes países industriales quienes amenazan a los empobrecidos y a la madre tierra, que nos sostiene y alimenta, a pesar de los maltratos. La sensibilidad ecológica va en aumento, pero la velocidad de destrucción de los bosques y la contaminación de toda la naturaleza parece ser mayor. Los pueblos indígenas, con su milenaria convivencia con la naturaleza, tienen una sabiduría que compartir, pero los ‘sabios y entendidos’ occidentales parecen cerrados a esta fuente de conocimiento. Jesús de Nazaret agradecía a Dios haberse dado a conocer a los ‘pequeños’ y haberse escondido a ‘los grandes’; ahora tendremos que rezar para que esos que se pretenden grandes escuchen a los sabios ‘pequeños’. En Kavanayén tiene lugar un interesante proceso de diálogo entre científicos (predominan las mujeres) y pueblo pemón. Forma parte de un proyecto titulado ‘Riesgo’ que se basa en que la protección de los bosques está vinculada al fortalecimiento de la organización de sus dueños originarios, en este caso los pemones.