martes, 1 de septiembre de 2009

Jornada conventual

Nos acostamos a las 2:30 am. Me desperté a las 6:30, pero volví a dormirme. Me levanté a las 8:00. Rutina matutina. Bajé a desayunar, frugalmente. Dialogué ampliamente con Ramón y Ernesto 'Kiko'. Especialmente con el segundo. Insistí en los dos temas claves: necesidad de renovar la pastoral juvenil en cada fraternidad y de hacer oferta vocacional atractiva, con la palabra y con el testimonio vital; y en fomación, la urgencia de que los formadores, especialmente los novatos, seamos acompañados para acompañar. Hablamos también sobre el desafío del noviciado intercircunscripcional (Ecuador, Colombia, Venezuela; la querida Gran Colombia de Bolívar).
Un rato de oración antes del almuerzo. La sobremesa se alargó. Nos acompaña una hermana de Wilfredo, qepd. Somos pocos, porque los estudiantes están en la casa de La Pastora, haciendo ejercicios espirituales con el Hno. Omar Rodulfo, quien vino de Roma para compartir con los capuchinos y con la familia franciscana. Ya tuvo una tanda de ejercicios con los novicios salientes y entrantes, en Santa Elena de Wairén.
Siesta reparadora. Antes de dormirme estuve en la duermevela, rumiando unas páginas del libro sobre los 'Pumas' frailunos ya nombrados. Meditaba sobre la coyuntura personal y la necesidad de vivir cada día en manos del Padre Bueno, gustando su amor y tratando de hacer su voluntad cotidianamente.
Celebré la misa de 5:00 pm. Al final, un llamado paulino a la esperanza ante la dura realidad de la Hermana Muerte. Mientras escribo estas líneas la Hermana lluvia acaricia el anonimato y la prisa de la ciudad capitalina. Al ver los monumentos coloniales de Quito uno tiene que recordar que ellos fueron virreinato y nosotros pobre capitanía general. La historia contemporánea, petrolera, hizo que Venezuela luciera durante años como atractiva para la migración de europeos y suramericanos, incluyendo ecuatorianos. Quizá, a pesar de la crisis mundial y de la década de prolongación autoritaria de los males de la llamada cuarta república, todavía vengan hermanos a esta patria de Bolívar, buscando nuevos horizontes.

De vuelta al caos

El título fue la frase dicha por un chamo a su compañero de viaje, cuando arribamos a Venezuela y tuvimos que esperar más de una hora para que aparecieran las maletas en las correas giratorias. Felizmente el Hno. Ernesto, viceprovincial, y el Hno. Jorge, rector del vetusto templo de La Merced, nos esperaban, con mucha paciencia, porque el avión tenía una hora de retraso.

La jornada había comenzado en Quito y finalizaba en Caracas. En la mañana participé en la misa presidida por el Hno. Jorge, maestro de novicios de Colombia. Desayuno. Salimos de compras: Vicente, diácono capuchino, ecuatoriano, nos dejó a Alfonso y a mí en Abya Yala, famosa editorial de textos indígenas e indigenistas. Cada uno, después de mirar muchos títulos interesantes, compró un par de libros. Adquirí la autobiografía de Mons. Proaño y un texto de intelectuales indígenas pensando América Latina (2007). De allí caminamos hasta el Mercado artesanal, donde topamos con Ramón y Richard. Compramos souvenirs para llevar a nuestro terruño. Llegamos a la casa de la curia viceprovincial capuchina, ecuatoriana, a tiempo para almorzar. En la mesa dialogué con el Hno. Miguel Ángel Cabodevilla, fraile navarro pero con muchos años de servicio en Ecuador; hombre de pluma y organización en el centro de investigaciones y publicaciones del Vicariato de Aguarico. Di un paseo dialogado con él, hasta la sede de la Procura misionera de dicho Vicariato. Allí saludé a Juan Carlos, otro misionero navarro. Miguel y Juan nos obsequiaron varios textos de indigenismo y misión, interesantes y muy bien editados; quiero destacar una biografía de dos 'Pumas', un fraile capuchino y otro franciscano; el primero vasco y vivo, el segundo canadiense, ya difunto; el vasco, hombre de acción, el segundo más místico; ambos entregados en cuerpo y alma a la Buena Noticia de Jesús en medio de los ribereños del río Napo, especialmente al servicio de los indígenas de la región. También debo subrayar dos obras del fraile vasco: una de mitos y otra, un estudio de la cosmovisón de los Napo-runa. Finalmente, un libro describiendo la cotidianidad misional, de Miguel Ángel. Ya iré compartiendo detalles de esas obras y otras, cuando las vaya gustando.

Hacer maletas fue una obra artesanal, para que todo cupiera y tuviéramos peso aceptable en las maletas. El Hno. Adalberto, viceprovincial, nos llevó al aeropuerto. Viajamos, con una hora de retraso, junto con el equipo de futsal ecuatoriano. Gracias al Altísimo y a los Hermanos ecuatorianos por estos magníficos días.