jueves, 20 de agosto de 2009

Quito IV

Rutina matutina: levantada, aseo, te, correo-e, El Nacional... Una hora de laudes y adoración. Desayuno. Fr. Jesús García, ecuatoriano, nos dio unas pistas para reflexionar sobre nuestra historia personal, desde el ángulo afectivo. ¿Quiénes nos han acompañado sicológica y espiritualmente? ¿Cómo fue ese acompañamiento? Es interesante constatar que todos hemos tenido el regalo existencial, en diversas etapas, de ser escuchados, valorados, queridos, orientados. Esa experiencia es la que hace posible que podamos conocernos a nosotros mismos, asumir nuestras heridas e intentar sanarlas, para poder nosotros acompañar a otros, en la formación y en la pastoral. En sicoanálisis se dice que sólo un sicoanalizado puede sicoanalizar. Parafraseando, sólo un acompañado puede acompañar. Señala Ciorán que una experiencia que justifica la existencia es el diálogo profundo, cuando desnudamos nuestras historias. Trabajamos en grupos y en plenaria. La riqueza de este compartir suele ser más nutritiva que los contenidos teóricos ofrecidos por expertos.
Después de almuerzo y siesta reparadora, aunque breve, apenas duermevela, escuchamos a Kevin Flaherty, jesuita norteamericano, residente en Perú, sicólogo, acompañante de formandos, religiosos y sacerdotes en Lima. Tema desarrollado con sencilles y humor: etapas del desarrollo humano según Erik Erikson, con las posibilidades y riesgos de cada una. Recordé lo aprendido en el grupo juvenil con Fr. Santiago Pérez y los diálogos hondos, durante la formación y más tarde, con 'freudianos callejeros o silvestres' como Fr. Adrián y Mons. Alfonso. En otras oportunidades he sido acompañado por sicólogo e incluso por siquiatra. Algunos otros religiosos y religiosas son también importantes en esta historia íntima; así mismo otras profundas amistades. Alabo al Altísimo por haberme hecho esos regalos hermosos. Misa, cena y tiempo libre. Hice eco a lo escuchado de Kevin, con Laercio, un fraile brasileño que vive en Paraguay, quien realizó estudios de sicología y tiene experiencia de acompañamiento en formación y en pastoral. Hicimos memoria de frailes que hemos conocido que sufrieron la deformación de un modelo de vida religiosa que no consideraba la corporeidad y los afectos, excepto para reprimirlos. El resultado en muchos casos ha sido frailes neuróticos, amargados, gruñones, incapacitados para la amistad, para relaciones interpersonales profundas, realidad trágica, en ocasiones arropada con espiritualismo dualista, gnóstico, nada evangélico, aunque predicado durante siglos desde los púlpitos. Evoco el ácido texto de Drewermann: 'Clérigos', donde el autor llega a decir, en resumen, que la gente común y corriente se aleja de las iglesias porque está sana, y quiere alejarse de los neuróticos que neurotizan.