miércoles, 9 de septiembre de 2009

De vuelta en el hogar del Kavanarú

Ayer no escribí. Al amanecer del martes llegué, con Claudia y sus dos hijos, Rubén y Samuel, a la casa capuchina de Ciudad Bolívar. Tuvimos ocasión de saludar al Hno. Bazarra y los novicios, quienes ya estaban por partir a Caracas, donde un grupo de ellos hará la profesión temporal, consagrándose en el seguimiento del Carpintero Mesías al estilo del Poeta Poverello, el once de setiembre, día de N. S. de Coromoto. El vetusto tronco capuchino tiene retoños en esta tierra caribe.

Después de un desayuno reparador y un baño refrescante, fuimos a caminar por el casco histórico de la odalisca del Gran Río. Legislatura, Gobernación, Antiguo museo etnográfico (desgraciadamente no tuvo continuidad), Casa del Correo del Orinoco, paseo a orillas del Padre de las aguas, La Carioca... allí nos detuvimos y los adultos bebimos algunas frías. Estando en La Carioca llegó una cuadrilla de músicos acompañando, con ritmo guayanés, una imagen de la Virgen del Valle, muy venerada en todo el oriente del país.

Almuerzo y siesta. Leí páginas de un número de la revista Concilium dedicado a la ecoteología. Una llamada a un estilo de vida de austeridad solidaria, para que la vida en el planeta sea viable. Presidí la misa vespertina que estuvo muy concurrida, supongo que por la celebración de la Virgen del Valle. Homilía centrada en Abraham, padre de los creyentes, y en nuestra madre la Virgen María de Nazaret, y del Valle y de Coromoto. Cena. El Hno. Eduardo, hospitalario, nos llevó al terminal de buses. El expreso de la compañía Occidente salió puntual. Los militares causaron las acostumbradas molestias, para mostrar su poder (inútil, por demás, si hablamos de custodiar fronteras).

Llegamos con el sol a Rápidos Kamoirán. Leidy, gentil, nos brindó habitación y desayuno. A las siete, también puntual, arribó el Prof. Ismael. Viajamos con cuidado por el accidentado camino de tierra hasta el hogar del Kavanarú. Saludo a los frailes (José Manuel y Raúl) y a Naty, que luce llorosa por la reciente pérdida de su esposo Nicolás. Inicio el rito de reubicarme, dialogando ampliamente con Fr. José Manuel. Almuerzo, siesta. Al levantarme me dirijo al infocentro. Saludo a la facilitadora, Rosita, quien tiene una nueva niña, y a los usuarios de la red-e. Claudia también se conecta. En alabanza de Cristo, amén.