viernes, 7 de mayo de 2010

Sensaciones, recuerdos y liturgia en Santa Elena de Wairén

Hoy es día de la Madre María de San José, beata de Choroní, lugar de playa y tambor. Vaya una oración a esa beata pariente espiritual del genial africano Agustín de Hipona, por esta dolida patria nuevamente en coyuntura electoral: qué los venezolanos, por encima de las diferencias partidistas, sepamos reconocernos como ciudadanos de un mismo país, y más importante, como hijos de un mismo Padre (también los ateos y los comunistas...ja).
Jesús nos habla hoy en el evangelio: como el Padre me ha amado, yo los he amado, con la medida de la cruz; ámense así ustedes. Lapidario: breve, claro y exigente.
Escucho el canto de las aves gransabaneras en la capital municipal. Recuerdo a los mineros desalojados, a los riachuelos contaminados, a los militares del Plan Canaima (o Caura), a los rojos-rojitos y a los de otros colores (especialmente a los amarillos y negros)... al hermano sol y al gusano... Gracias Abba por tu hijo, Jesús de Nazaret, que ha venido para sacarnos de la cárcel de nuestras torpezas y egoísmos. Haz que el Espíritu siga llegando en ayuda de nuestra debilidad.
Siento mi triple fragilidad (física, síquica y espiritual) y me abandono en manos del Padre Bueno, como dejó escrito Charles de Foucauld, inspirador de los Hermanitos del Evangelio, y de Jesús, francés como su homófono Foucault, filósofo querido de nuestro Obispo, que recientemente viajó a Tierra Santa invitado por el movimiento de los Kikos o neocatecúmenos. Ya está de vuelta entre nosotros. Ayer en la noche concelebré con él y, como es costumbre, prediqué a los pocos feligreses presentes, incluyendo entre ellos al Hno. Richard, quien animó la misa con su guitarra.