miércoles, 19 de agosto de 2009

Cántico del sol II

"A Ti solamente, oh Altísimo, corresponden/ y ningún hombre es digno/ de pronunciar tu nombre".
Sólo a Dios corresponden las alabanzas, como antes fue dicho. El ser humano, ha manifestado Francesco, por sí mismo es pútrido, hediondo y miserable. Ben Sirac 10: 'podredumbre, tierra y ceniza'. La historia confirma lo expresado por el texto bíblico y por el místico que diera origen a la familia franciscana. Dice Ciorán que el asesino Caín y la víctima Abel son el resumen de la historia. Si los franciscanos nos quedáramos con esa visión del ser humano, sin sentido de trascendencia, seríamos existencialistas asfixiados por la amargura y la angustia. Ciorán, que se debatía entre el escepticismo y la mística, expresaba: 'ando buscando una razón para pasar para mañana'. La condición de creatura caída es constantemente experimentable. Por esa condición pecaminosa el ser humano no es digno de nombrar al Altísimo.
En la tradición cristiana, porque Dios se nos ha dado a conocer en sus obras (creación y salvación), por Jesús de Nazaret y su Soplo, podemos hacer teología, es decir, nombramos a Dios y reflexionamos sobre toda la realidad con la luz de la Palabra y la Tradición. En la Iglesia católica nos hemos atrevido a formular dogmas, que son como hitos para nuestra fe. Pero también existe la clara conciencia de que mientras estamos en este mundo, con frase paulina, vemos como en un espejo y oscuramente. Ben Sirac 34: 'espejo y sueño son semejantes', son sólo reflejo de la realidad. Analogía es una noción clave en teología: lo que decimos sobre Dios es una aproximación desde nuestra experiencia creatural; en nuestras afirmaciones sobre Dios la desemejanza es mayor que la semejanza. Esto se hace especialmente agudo cuando nos topamos con la realidad del mal. En la entrada anterior decía que ante el misterio del mal toca callar, para contemplar y para actuar compasivamente.

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