jueves, 3 de septiembre de 2009

Cántico del sol V

Loado seas, mi Señor, por el hermano viento,/ y por el aire y el nublado y el sereno y todo tiempo,/ por el cual a tus criaturas das sustento./
Loado seas, mi Señor, por la hermana agua,/ la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta.




El poeta y profeta sigue dando alabanzas a Dios. El hermano viento es mostrado en pareja con la hermana agua, como en el principio del Génesis: el Espíritu aleteaba sobre las aguas, y como en el bautismo de Jesús, el Espíritu desciende aleteando sobre el carpintero mesías, en las aguas del Jordán; así mismo en el sacramento celebrado por el Pueblo de Dios. Loado por el sereno y por todo tiempo. El cosmos y la historia tienen cambios, vaivenes, y en medio de las turbulencias, podemos seguir alabando al Altísimo. He visto a una madre pemón cantando alabanzas a Dios en el entierro de su hijo. Grande fe. La alternancia de los tiempos atmosféricos es necesaria para que la tierra nos dé sustento. El pan de cada día es don y tarea. 'El que no trabaje que no coma', dice Pablo de Tarso. El hermano aire y la hermana agua están sometidos, especialmente en las grandes ciudades, a la amenaza de la contaminación. No recuerdo las toneladas de CO2 que los humanos, especialmente los chinos y los usamericanos, lanzamos a la atmósfera. En estos días he leído una síntesis de un informe sobre el cambio climático. Basta que aumente un grado más la temperatura promedio en el globo, para que haya consecuencias terribles. Quiera Dios que la Conferencia de Copenhagen (diciembre, 2009) lleve a todos los gobiernos a realizar la verdad en el amor: diagnósticos serios y tareas solidarias.

Hermana agua, útil: tres cuartas partes del planeta y de nuestro cuerpo son agua; en líquido vivimos, en el vientre materno, y agua necesitamos para nuestros sembrados, bañarnos, lavar y beber. Hermana humilde, que por obra de la gravedad siempre va buscando el último lugar. Preciosa agua que refleja los rayos de luz de las preciosas lumbreras: riela. Hermana que requerimos sea pura y casta, pero nos empeñamos en ensuciarla. Cada uno puede evocar momentos en que ha sentido más la fraterna presencia de esas criaturas nombradas por el poeta: las lumbreras, el viento y las aguas, y también de la madre tierra. En el zen un ejercicio interesante, que nos lleva a sintonizar con el cuerpo y con el Cosmos, es tomar conciencia de lo que oímos, vemos, olemos, gustamos, sentimos. La Sierra de Perijá y los ríos de sus cuencas (Apón, Negro, Yaza, Tukuko, Sta. Rosa, Aricuaizá...); el Ávila y sus quebradas, especialmente Catuche; la Gran Sabana, sus tepuyes (particularmente Apaurai, Sororopán, Akurimá, Auyán) y sus ríos, especialmente Karuai, Aponwao, Kukenán y Caroní... son parte entrañable de la vida de este escribidor.

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